Ofrenda

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martes, 27 de marzo de 2012

 
Y ahora que otra vez el fuego hace estragos
tú miras tus antiguas bellezas


Pigadia, 1 de enero de 2012


Ha desaparecido también el primer día del año. Se ha desvanecido como cualquier otro día, como ayer a las doce de la noche murió el tiempo. He visto tantos años morir entre mis dedos que al final me he acabado acostumbrando y me da lo mismo que los calendarios vayan o vengan.
La vida es una sucesión de pérdidas. Primero sólo somos conscientes de la pérdida de ilusiones. Los reyes magos, la magia de noches heladas llenas de luz y temor. Después nos desilusiona lo que nos rodea y al final nos desilusiona la propia vida, los días en sí. Nada es nunca como lo proyectamos en origen. Todo camino emprendido lleva siempre al abismo de la insatisfacción. Y en ese camino acabamos por perdernos y desilusionarnos nosotros mismos.
Y sin embargo, y a pesar de llevar años de preparación, en estos días de falta de salud me espanta la muerte. Mis respiraciones entrecortadas en medio de la noche, en mi habitación ajena, extraña y oscura. Me despierta mi propia angustia cuando el aire vuelve a entrar en mis pulmones. Quizás sea eso lo que me angustia, el sabor de la respiración que sigue... Que es esta otra muerte la que se ha vuelto a hacer dueña de mí y me obliga a llamarla vida. Como si la vida fuese un nombre propio.
Todo se esfuma con los años y los días. Todo. Se consumen las posibilidades de mejorar la partida, esa partida perdida. Tocan las cartas que tocan y mi único compañero de juego, mi oponente, es un tahúr que se disfraza de destino.


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