Prevelis, 4 de enero de 2012
Navegar entre las islas del Egeo es un sinónimo de nacimiento. Varias veces en el trayecto se atraviesa el cuello del útero; el agua salada, como una placenta inmensa y anciana, discurre entre isla e isla, entre minúsculos estrechos que imitan sin cesar nuestra llegada al mundo. A mi izquierda Milos, Kimolos a mi derecha. La luz de la mañana hace de esta llegada un nacimiento místico y fantasmal. Recordaba Milos como una isla de belleza sobrenatural. Su imagen empequeñece mi recuerdo.
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