Ofrenda

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viernes, 25 de marzo de 2011

Πάνω στο Αιγαίο(1),  26-XII-2007
Ο ΑΓΙΟΣ ΕΥΘΙΜΙΟΣ(2)
 
     Camino de Creta. En menos de una hora tocaré de nuevo nuestra tierra de Iraklio; por fin vuelvo a habitar las calles de Megalo Kastro. Han pasado demasiados años desde la última vez, quince años de dilatada espera para regresar a Creta.
     La vida y la muerte se mezclan para mí en esta tierra. Vida porque evidentemente Creta es vida. Paisajes de vida, mares de vida, canciones de vida. Al menos así recuerdo mis paseos por los mercados de las cuatro ciudades que miran al norte. Explosiones de sonidos, aromas, sabores... Pero Creta para mí también es la muerte. ¿Por qué? Bueno, en primer lugar porque vengo a buscar tu sombra y tú llevas ya cincuenta años muerto. En segundo lugar porque todos los antepasados que aquí dejamos antes de abandonar la isla son ya simple polvo de huesos tragado por la tierra o esparcidos por el Meltemi o el Gregos
(3).
En la última visita de hace quince años la muerte también me miraba desde la altura del Ida. Mientras yo disfrutaba del sol y los frutos de San Agosto, tu santo inventado, en España comenzaba el largo y doloroso proceso de una de las muertes que más me desarmaron.

     Cuando yo descubría el alma de nuestra tierra; cuando por primera vez veía mis ojos en otros ojos, mi rostro en otros rostros, en España la Moira comenzaba a arrebatarme a la abuela que formó una gran parte de mi carácter y no poco de mi conocimiento.
Siempre, en mi pensamiento heleno y fatalista, he creído que la felicidad se cobra las piezas que nos entrega a un precio demasiado elevado. Lo creo así porque el destino siempre me ha puesto las cuentas sobre la mesa. A veces intento alejar esta idea, incluso he conseguido no afirmarla ya con tanta severidad, pero la sospecho.
En diez minutos aterrizaremos en un aeropuerto que se llama como tú. Debo plegar la mesita.
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(1)  Sobre el Egeo.
(2)  San Evzimios.
(3)  El Meltemi y el Gregos son dos vientos habituales del Egeo.

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