Ofrenda

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miércoles, 16 de marzo de 2011

Φιρά, 25-Dic-04. Hotel Theoxenia
¡Qué buena suerte! Sólo hay tres hoteles abiertos en esta época. No hay gente por las calles, no sé si por el mes o por el día que es hoy; ya veremos en los próximos.
Recorro largos y laberínticos trechos arrastrando mi maleta y mis sueños, mis recuerdos y mil ayeres, pesan, pesan como días eternos de insomnio y lutos. ¡Qué calles tan blancas! Llego a uno de los tres hoteles abiertos, aunque más que encontrarlo es él quien me ha encontrado a mí. Me enseñan mi dormitorio: amplio, con un gran salón, ventanas por todas partes, un mullido y gigantesco lecho que invita a reposo y sueños. Dejamos para el final, en un golpe de efecto muy a la griega, la terraza. Vista sobre la Caldera(1) y la boca del volcán. Las habitaciones tienen nombres de plantas aromáticas y yo este día viviré en “Lavanda”.
Me instalo y me asomo encaramado al risco. Hay un gran silencio de Navidad. El pueblo se extiende a mis pies luminosamente fantasmal. Entro de nuevo al dormitorio, pero una gaviota que atraviesa el cuadro de cielo, mar y lava de mi ventana hace que regrese al exterior. El mar liso y oscuro de la Caldera me espera. Me sobra la ropa con la misma fuerza con la que me sobran nombres en la memoria dentro de este naciente calor de primavera de diciembre. La luz, entonces, no me permitirá estar solo. (¿Dónde están los ojos negros de una noche de octubre?)
Mi mirada se cuelga en el acantilado. Sonrío. El sol bendice el instante.
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(1) El inmenso cráter que surgió a partir de la erupción del siglo XVI a.C. en la isla.

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