Ofrenda

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viernes, 25 de marzo de 2011

Ηράκλειο, 26-XII-2007

     Ya estoy en el hotel. Ventana al mar. Si inclino mi cuerpo sobre la barandilla, a mi derecha, puedo ver de cerca la fortaleza que construyeron los venecianos a principios del siglo XVI. Una mole de piedra de forma trapezoidal que vigila la parte oeste del puerto. Sobre la puerta el relieve del león de san Marcos, sujetando con sus garras un ejemplar del Evangelio. Hasta el siglo XVII Megalo Kastro, nuestro Iraklio, formaba parte del territorio veneciano. Entonces se llamaba Candia, el nombre después pasaría a identificar toda la isla. En el XVII los turcos atacaron infinidad de veces la ciudad, pero la fortaleza del puerto y las murallas que rodean Megalo Kastro parecían entonces imbatibles. Sin embargo, el obstinado turco no se dio por vencido hasta ver sometida la fiera isla de nuestros padres.
     Retorcidos, oscuros y vengativos, los turcos hicieron de la fortaleza del puerto, el Koulé, un calvario para los cristianos. Lo que es hoy un símbolo de postales para la ciudad, tiene un pasado de dolor  que el bisabuelo me contó un día del siguiente modo:“En los cimientos de aquella torre, detrás de las murallas donde venían a romper las olas, estaba el calabozo maldito donde generaciones y generaciones de guerreros cristianos habían perecido encadenados. Por muy sólido que sea el cuerpo del cretense no puede con su alma, no, no puede... Yo le tengo rabia a Dios por no habernos dado cuerpos de acero, a nosotros, los cretenses, para que resistiéramos ciento, doscientos años y más hasta la liberación de nuestra isla.”

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