Ofrenda

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viernes, 25 de marzo de 2011

Ηράκλειο, 26-XII-2007

Recorro lentamente tu ciudad. Paseo por calles vacías en este día festivo. No me gusta lo que veo de Iraklio. Calles sucias, polvorientas, un gato que duerme sobre un montón de basura y telas apolilladas en el solar de una obra abandonada. Todas las fachadas con pintadas de spray, la mayoría haciendo alusiones simples al fútbol. Cuando veo la dejadez de Iraklio me pregunto si no fue una ilusión absurda la lucha por liberar a las generaciones futuras. Nunca nos preguntamos en qué garras caerían, más sutiles y menos feroces seguramente, pero esclavistas igualmente.
     De pronto gente, movimiento, sol, bullicio en las terrazas. La gente de Iraklio pasea o toma café en las cercanías de la plaza Veniselos. En el centro de la plaza me encuentro con la fuente de los cuatro leones, la fuente de Morosini. Es todo tan alegre que se me contagia el buen humor.
     Por un momento dudo. Me apetece un café, pero las fachadas de los edificios de alrededor me atraen demasiado como para sentarme y hacer una pausa tan temprano.
     Una restaurada iglesia veneciana del siglo XIII, dedicada a san Marcos, es ahora la pinacoteca municipal. Su frente es una sucesión de arcos de medio punto, proporciones caprichosas. Recordaba muy bien este edificio, pero no su ubicación.
     Bajo por la calle 25 de Agosto, aniversario de masacres. Encuentro la Loggia Veneciana. Algo barroca pero con encanto por su reducido tamaño. Ahora es la sede del Ayuntamiento. Entre la suciedad de las palomas y las pintadas de las paredes veo un medallón de bronce con tu rostro y tus fechas. Quién te iba a decir que Megalo Kastro acabaría rindiéndote tantos homenajes.


     Camino de nuevo sobre mis pasos, regreso a la plaza Veniselos. ¿Por qué antes tan alegre y ahora tan sombría? Un sentimiento de angustia y dolor que no identifico con nada. Como un niño que se ha perdido entre la multitud, miro alrededor, buscando una mano a la que agarrarme, alguien o algo que me saque del bullicio de mi propia pérdida. Me apoyo en un inmenso árbol y entonces comprendo. Majestuoso e imponente plátano dominando la plaza. El bisabuelo me contó una vez algo terrible sobre él; lo recordaba desde la lejanía: “Generaciones y generaciones de cristianos rebeldes habían sido colgados de aquel plátano por los turcos. Tanto en verano como en invierno había cuerdas colgando de las ramas más gruesas del árbol, con un nudo corredizo preparado de antemano”.
*    *    *

Creta. La vida y la muerte. La calle del mercado completamente vacía.

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