Ofrenda

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sábado, 19 de marzo de 2011

Αθηνιός, 28-Dic-04.

Por fin en el puerto. Es un primer paso, veremos qué sucede. La última vez que estuve aquí, con la intención de ir a Folégandros, el barco que queríamos coger ya no existía. No es algo extraño, lo mismo me sucedió cuando quise ir desde Patmos a Samos, aunque me habían vendido el billete.
Tuvimos que esperar en este mismo puerto nueve horas, ya no sabíamos qué hacer. Yo iba y venía, miraba las rocas volcánicas, los pueblecitos encaramados en el acantilado. Mario, con cara de poca conversación, leía un sesudo libro: “Noción del alma en la Antigua Grecia”. El puerto estaba vacío; hoy hay más gente, un bullicio de matrimonios de mediana edad que hablan del tiempo. Se matizan entre ellos las palabras.
-Llueve.
-No, sólo chispea.
-Ahora sí que llueve.
-Déjalo ya, por la Santísima Virgen.
Y es cierto que llueve. Esto me recuerda un texto de Jatzidakis sobre puertos y lluvia. En el poema una joven sola se sienta triste en su maleta; un marinero camina por el puerto, borracho, tambaleándose por el alcohol y la costumbre del movimiento del mar. Unas palabras del marinero, no se sabe cuales, hacen que la muchacha rompa a llorar con amargos suspiros.
Ya se ve el barco, es de la compañía “Estrella Azul”.
Mi último viaje a Santorini lleva consigo una de las escenas más bellas vividas en este mar. Era septiembre, la luna llena se mostraba roja, muy baja, casi pegada a la línea del horizonte. El barco era viejísimo. Todo madera por dentro, un salón decadente en el que yo leía “El mago”, una recomendación de Pablo. Mario dormía; levanté un momento la vista y vi aquella luna. Salí a la cubierta a fumar un cigarro y a contemplarla. El mar se veía sereno. De pronto, surgiendo del oscuro fondo, dos delfines saltaron y jugaban entre la estela del barco y el reflejo de la luna. No quise despertar a Mario, pero supe por su rostro que él no se estaba perdiendo aquel sencillo y limpio espectáculo. Lo estaba soñando. Entonces dudé de la realidad de mi visión. Sospeché que había sido la percepción de su sueño.

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