Ofrenda

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sábado, 26 de marzo de 2011

Αγίος Νικόλαος, 28-XII-2007

La capital más oriental de las provincias de Creta. Hace quince años la visité, pero es ahora una ciudad completamente diferente. Entonces era agosto, las calles estaban llenas de turistas y era difícil parar en cualquier sitio. No sé, abuelo, si conociste o no esta ciudad, jamás me la nombraste, sin embargo, lleva el nombre del santo que te protege. El santo que protege a los marineros.
    
Paseo por las calles que suben desde el lago y llego a la plaza central. El monumento invariable de todas las poblaciones de Creta, el pilar con los nombres de los lugareños que perdieron la vida en alguna de las guerras del siglo XX.
     Contemplo las fachadas desconchadas, anaranjadas por un tímido sol que lucha con las nubes por hacerse un sitio en el firmamento. Las calles son alegres y llenas de comercios.
     Tras un corto paseo regreso al lago. Es curiosa la existencia de este lago tan cercano al mar. En la antigüedad creían que era un lago sin fondo y en él engendraron mitos. Ahora saben que tiene una profundidad cercana a los setenta metros. Mucho, si tenemos en cuenta el reducido perímetro del lago.
    Me siento en la orilla, contemplo el reflejo de las rocas en las oscuras aguas. Apoyo mi espalda en la encalada pared de una capilla dedicada a San Nicolás. Todo es sereno, el cielo que poco a poco se vuelve azul, las inmóviles aguas del lago, el suave balanceo de las barquichuelas amarradas en ordenadas filas. Estoy contento.

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