Ofrenda

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lunes, 21 de marzo de 2011

Otoño en Madrid

     Han peatonalizado la calle Arenal y la verdad es que ha quedado bastante bien. Pasear de Sol a Ópera disfrutando de los rostros, de las estatuas vivientes (tan de las Ramblas), de la mezcla de idiomas. Turistas, gente de Madrid de toda la vida, esos matrimonios de la tercera edad tan elegantes que pasean las tardes de los sábados entre punkis y perroflautas. Rostros hermosos en la tarde, rostros ajados en la madrugada. En un rincón un barquillero vestido de castizo. Podría pasar una tarde entera de Ópera a Sol y de Sol a Ópera. Un alegre tintineo a mi espalda me llama la atención. Es un sonido de monedas golpeándose entre sí en algún recipiente, de manera acompasada. Miro. La escena no es agradable. Un hombre sin brazos, con una camiseta de tirantes, hace sonar un pequeño cubo de plástico que sujeta fuertemente con sus dientes. El tintineo ya no es alegre, me parece una irreal llamada de auxilio. Aunque no quiero pienso en la vida cotidiana del hombre sin brazos y me parece dolorosa la tarde.
      A la mañana siguiente, mientras tomo un café en la calle Mayor, entra el hombre seguido de una mujer, acuden al cuarto de baño, es evidente que él siempre necesita ayuda. Hablan algún idioma del Este. Me pregunto qué les hizo recorrer Europa y venir a España a pedir limosna, qué pensarían encontrar, qué vida sería allí su vida...
      Al acabar el café vuelvo hacia Arenal, de alguna manera me siento obligado a darles algo de dinero. Pero ya no los veo, se han perdido entre parejas de policía que vigilan, negros que recogen apresurados sus películas piratas, trasnochadores que regresan a casa, chinos que venden rosas, bocadillos, diademas con lucecitas.
      En el rastro me compré una bolsa de estrellas. En esta semana quiero iluminar el cabecero de la cama...

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