Ofrenda

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miércoles, 6 de abril de 2011

OTRO FADO AL MAR


LíndoV, 27 – XII – 2008

Como el día es cálido no dudo ni un momento en descalzarme y meterme en el agua del Egeo. Cristal líquido acariciando mi piel aprisionada. En el viaje de los almendros a Lisboa comenzó un ritual que cumplo de manera inexcusable cada vez que piso una playa nueva: saludar al mar con un fado.
Como no hay nadie en la playa, levanto la voz y lo canto a mis anchas.
El paseo largo y calmado que comparto con dos perros blancos se interrumpe de golpe por la llegada de dos parejas jóvenes. Ellas gritan con unas voces que duelen de puro agudas. Ellos se apuestan toda su virilidad, sin decirlo, recorriendo un embarcadero quebradizo que reposa en la arena como un esqueleto antiguo. Las chicas desaprueban la proeza, pero se ríen divertidas y convierten en sonido estridente los pasos de sus novios. Los gritos son más elevados cuanto más inseguro parece el paso de los muchachos.
Me calzo. Me marcho.


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