Ofrenda

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sábado, 3 de marzo de 2012


Tus falsas,  tus grandes palabras
me las diste con tu primera leche


Eleftherios Veniselos, 27 de diciembre de 2011

Anoche Atenas y yo hicimos el amor hasta diluirnos en el agotamiento. Se fue al amanecer tal y como había anunciado y yo me he perdido entre su frío y su oscuridad para poder abandonarla de nuevo.
Ayer vi en las noticias que el tiempo para estos últimos días de diciembre me iban a impedir coger el barco, así que opté por el avión y en un vuelo de menos de una hora llegaré a Kárpathos.
Te dije en Lisboa que te contaría mi viaje a Grecia y así quiero hacerlo.
Sentado en un banco del exterior del aeropuerto, fumándome un cigarrillo matinal, me dispongo a escribirte lo que veo y lo que no, lo que va sucediendo fuera y     dentro de mí.
He dejado atrás Atenas con una gran tristeza. En este día y medio su deterioro se ha ido haciendo imagen viva en cada paso que daba. Mendigos en todos los rincones de la ciudad, ya son tan numerosos como los perros sin amo. Cadenas y candados en todas las tiendas y las iglesias. Se ha perdido la confianza antigua y el miedo a la delincuencia la ha reemplazado. Antes Atenas era la capital más segura de Europa y sobre esto podría contarte mil anécdotas; un día, con tiempo, recuérdame que lo haga.
Hay multitud de negocios cerrados, carteles de traspasos, venta o alquiler de locales que hasta hace no mucho han estado funcionando.
El camino desde Theseio hasta mi hotel estaba estas noches llenos de puestecitos de artesanos y venta ambulante. Esta mañana, cuando he dejado el hotel, he visto que los vendedores dormían entre mantas al lado de sus puestos. Uno de ellos vigilaba la mercancía y reavivaba la pequeña hoguera que encendieron ayer al atardecer en una lata de queso feta.
Hace años, cuando venía a Grecia, la consideraba nuestro pasado. Era la España que me habías contado mis padres. Un país hospitalario y confiado, un país sin demasiadas preocupaciones. Sol sobre las hojas de parra, vino para el brindis y las canciones fáciles que hablaban del mar. Ahora Grecia me parece más bien una imagen de nuestro futuro, el espejismo profético de una Europa que agoniza.
Leo noticias y me espantan. En sólo un año el índice de suicidios en Grecia se ha multiplicado por cuatro. Hasta no hace mucho era el país con la menor tasa de suicidios de Europa. En estos momentos es el primero. Ha habido en varias ocasiones desmayos por desnutrición de niños en las escuelas. En uno de los casos el maestro llevó al niño al hospital y le dijeron los médicos que el niño llevaba sin comer nada en al menos tres días. Cuando preguntaron a la madre, esta dijo que no sólo el chaval llevaba tres días en ayunas, que ningún miembro de la familia había probado bocado desde entonces.
Son historias que me hacen recordar los relatos de la Ocupación Nazi que tanto han plasmado los escritores griegos en la literatura de la segunda mitad del siglo XX. Cuando los leía me parecían anécdotas efectistas de los escritores; ahora los revivo en los periódicos como fragmentos de una realidad que me rodea.



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