Ofrenda

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martes, 27 de marzo de 2012



Xenodojío Amaryllis, 1 de enero de 2012

Llego a la habitación con los frutos de la tierra entre mis manos. La señora del hotel me ha vuelto a regalar un cuenco con granos de granada y hoy tocaba acompañarlos con un par de naranjas.
La señora me dice que estaba preocupada por mí, que ninguna noche había llegado tan tarde y que empezaba a pensar que podría haberme pasado algo con el coche. Pobre mujer... Le he pedido disculpas, como si se las pidiese a mi madre, y me he subido con mis frutas a la habitación.
Esta mañana, antes de irme, me ha invitado a un trocito de vasilópita. Me ha dicho que la moneda que se pone dentro no le había tocado a nadie, que al cortar un trozo se ha caído al suelo, estaba justo en mitad del corte.
Yo le he revelado mi oráculo enseguida afirmando que eso debía significar suerte para la casa...
Ella presume de su receta. Es de América, me dice, de cuando vivió allí año y medio en Nueva Jersey. Me decía que allí vive medio Kárpathos, pero que ella no estaba bien, que se volvió porque le daban miedo los negros. Así lo ha dicho, de un modo tan políticamente incorrecto y tan sincero y sencillo.
Luego hago los mejores tres kilómetros del viaje. La carretera seca y un sol que brilla. Bajo a poner gasolina y el empleado, completamente borracho y fumándose un puro gigantesco mientras me llena el depósito, me invita a mi segundo dulce del día, un melomakárono. A voces, y repitiéndolo hasta que desaparezco de su vista, me arenga sobre la necesidad de una Europa unida. Separados no hacemos nada; unidos somos fuertes. España es también un país pobre y no debemos separarnos.
En mi primera parada para hacer una fotografía el cielo se estremece con un trueno. Vuelve la tormenta. No estoy teniendo suerte con la lluvia.
Aún así he decidido seguir, tomar la carretera de la costa oeste y seguir con mi cura de silencio...

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