Ofrenda

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domingo, 27 de marzo de 2011

Χανιά, 1-I-2008
Η ΠΕΡΙΤΟΜΗ ΤΟΥ ΧΡΙΣΤΟΥ(1) 

La luz de mi dormitorio es tan pobre que no puedo leer ni escribir. En la calle está diluviando y, como es festivo, no puedo comprar un paraguas en ningún sitio. Pongo un rato la televisión, como un par de latas, una chocolatina y me duermo.
     El nuevo año me ha llegado entre sueños y el sonido del teléfono me despierta cuando ya son las dos de la madrugada.
     Feliz 2008.
     Me asomo a la ventana, hay mucha gente en el puerto, los bares abiertos, coches, bocinas y los últimos fuegos artificiales.
    Me visto y salgo a la calle. Llamo a mi familia. Chantaje emocional y el intento de que me sienta culpable una vez más por mi viaje. Llamo a Mario. No está bien, el comienzo del año atrae reflexiones y algunas de mis palabras antes del viaje le han hecho que resucite sus fantasmas. Le debo una larga conversación.
     La gente está contenta, van en grupo, ríen, se dirigen a los cafés del puerto. De pronto me siento solo. Añoro algunas llamadas. Quiero alejar de mí este sentimiento ceniciento de tristeza, pero no lo consigo. Pienso en cuántas imágenes, en cuántas canciones no podré compartir ya con nadie. Me siento en la escalinata de la catedral. Pienso en todo lo que significa la soledad. Con dureza decido que mi soledad tiene el único sentido de seguir el proceso de convertirme en un anciano fuerte al que la muerte no debe coger ni débil ni por sorpresa.
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(1)  La circuncisión de Cristo.

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