Ofrenda

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sábado, 26 de marzo de 2011

Καφενείον Ο Μερακλής, 27-XII-2007

Entre luces de comercios y rugir del tráfico voy deshilvanando mis últimas horas en Megalo Kastro. He alquilado un coche para mañana por la mañana. Dejo Iraklio para adentrarme en la entraña del animal que duerme.
     Como en la mayoría de mis viajes no hay aún un plan, pero son pocos los días y debería trazar al menos una ruta para no perder demasiado tiempo y aprovechar al máximo posible las posibilidades del interior de Creta.
     Me gusta esta sensación casi aérea de no saber nada del día que llega. No sé dónde dormiré, cómo será el paisaje que me abrace y yo descubra.
     Aunque este Iraklio no es el Megalo Kastro que esperaba, siento la entrañable y siempre presente nostalgia que me acompaña antes de abandonar los lugares. Una nostalgia casi premeditada, sentida de antemano y ensayo de la añoranza que sentiré más tarde. Supongo que tú tienes parte de responsabilidad en todo esto. Me has abierto hoy las puertas de tu casa de Iraklio, me has enseñado el escritorio en el que escribiste Zorbá, algunas de tus cartas, fotos antiguas y los objetos que adornaban tu austero despacho en Antibes. Por cierto, abuelo, he descubierto hoy que tú también fumabas...
     He seguido en un mapa tus pasos por Europa, por África, por Asia. China, Egipto, Rusia, Japón, Sinaí... incansable viajero, envidio tu energía en este día en que el accidente está dándole recuerdos a mi herida espalda.
     Estoy cansado. Me voy al hotel, dormiré pronto. Pero antes de acostarme volveré a trazar viajes con un dedo en el mapa. Esta vez un viaje más modesto. Voy a diseñar nuestro recorrido común por las montañas y las aldeas de Creta.
     Descansa, abuelo; duerme en el lecho de papel y tinta que te ofrezco.

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