Φουρνή,  28-XII-2007
ΤΩΝ ΕΝ ΝΙΚΟΜΗΔΕΙΑ 20.000 ΜΑΡΤΥΡΕΣ(1)

Me he levantado temprano; no he descansado bien. Anoche me costó mucho dormir, eran ya las dos cuando miré por última vez el reloj. A las ocho en pie, había quedado en pasar a recoger el coche a las nueve.
     Miro por el balcón mientras desayuno un poco de leche con cacao y fumo un cigarro. El mar más revuelto que ninguno de los días anteriores; un cielo bajo y plomizo y las calles mojadas. La falta de sueño, el ligero y seguramente persistente dolor de cabeza, unido al mal tiempo, me ponen de mal humor. Uno de esos días en los que uno no quiere irse ni quedarse. Me hubiera pasado toda la mañana en la cama entre mis sueños y tus escritos.
     Iraklio me ha puesto difícil la salida, como si las magas de Megalo Kastro se empeñaran en retenerme. Sus redes han tomado la forma de un complicado tráfico y unas más que complicadas calles en obras. Si a esto se añade el modo cretense de conducir y mi torpeza ante un coche nuevo, las magas de Megalo Kastro lo han tenido fácil esta mañana conmigo.
     Al fin abandono la ciudad en dirección a oriente. Bordeo la costa cerca de Jersónisos y de Myrtiá. Me adentro en pequeños pueblos con apariencia de abandonados al dominio de algunos perros sucios y sin rumbo. El humo de las chimeneas es el único testigo de que existe la vida.

     Me apetece un café caliente y, tras dar alguna vuelta por el pueblo, encuentro este kafenío que parecía cerrado a cal y canto. Mesas de madera envejecida colocadas en torno a una bonita estufa de hierro que calienta la sala. Huele a mandarina. En una mesa tres hombres conversan mientras comen fruta. Otros se sientan apartados, perdidos en su universo de pensamientos interiores. Un anciano se sienta en mi mesa, los dos permanecemos callados, mirando la estufa que despide brillos naranjas y calor desde su portezuela negra.
     Qué duros son los rostros de Creta.

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(1) Día de los 20.000 mártires de Nicomedia.