Βαΐ 29-XII-2007
A pocos kilómetros de las huellas de la barbarie se dibuja un pequeño paraíso. Hay un palmeral que recorre un valle y va a perderse en una playa desierta. Es un paisaje moderadamente espectacular. Despacio me abro paso entre las palmeras. El aire se ha serenado y el sol brilla. Me desnudo y me sumerjo en las aguas celestes. El agua está fría, no demasiado para ser diciembre, pero fría.
En todos mis viajes invernales a Grecia hay siempre un contacto con el agua. A veces, como el año pasado, el contacto es temerario. Hacía demasiado frío y el cielo era plomo puro. Al día siguiente me vino a ver la fiebre. Espero que este minúsculo baño no tenga consecuencias.
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