Ρέθυμνος, 30-XII-2007

Hace quince años apenas pude estar en Réthimno una media hora. Empezó a dolerme muchísimo el pie izquierdo y no podía caminar. Cogimos el coche y nos fuimos a descansar al hotel de Jañá. En mis viajes siempre hay algún lugar prohibido, casi siempre es una isla, con frecuencia es Folégandros y temía que aquí en Creta fuera Réthimno. Tal vez por eso mi gran empeño en venir. Tal vez por eso tu repetido ánimo: όρτσα.
     Encuentro hotel a la primera, dejo las cosas y me voy a pasear y a que me dé el aire. Necesito dejar el coche y caminar un poco. Es más una imposición que me hago a mí mismo que un deseo.
     Cerca del hotel una iglesia grande en la que se celebra una boda. Un patio de colegio con niños que juegan al balón. Calles que bajan hacia el puerto. Decido perderme y dejar las calles principales.
     La ciudad me muestra sus secretos. Un laberinto de callejones salpicados de edificios turcos y venecianos. Caminos mal iluminados y buganvillas aún en flor. Sigo mi orientación para llegar al puerto, pero mi orientación de poco vale. Imágenes que me atraen y vuelven a desviar mis pasos. Me siento mejor. Observo atónito lo que voy descubriendo en mi descenso al puerto. Hacía tiempo que una ciudad no me impresionaba tanto, creo que desde mi visita a Nápoles. Ha merecido la pena.
     Y ahora un café, descafeinado, y el regalo de κουραμπιέδες y μελομακάρονα(1).

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(1) Kurabiedes y melomakárona: dulces griegos típicos de Navidad.