Ofrenda

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sábado, 19 de marzo de 2011

Ιθάκη, 30-Dic-04

Dejo Íos para dirigirme a Syros. El barco es el mismo que hace un par de días me llevó a esa isla hospitalaria y llena de misterios.
¡Cómo han cambiado los barcos en estos años! Ahora son más cómodos, confortables, con salas de fumadores y no fumadores, cafeterías y hamburgueserías de nombres internacionales. Supongo que esto es lo que llamamos progreso, pero yo echo de menos aquellos barcos vibrantes y ruidosos, como mi añorado Poseidón Exprés, siempre con tan buena disposición al naufragio, ese barco lleno de nostalgia que tanto miedo daba a Kostas y a Dimitris cuando salimos de Anafi.
El olor a makaroña me kimá(1) no invade ya el aire con su recuerdo de canela, ahora las multinacionales grasientas e impersonales ocupan su lugar.
Pero hay algo que no ha cambiado. Al pasar por Naxos y Paros, los mercaderes han invadido el barco con sus productos y sus nerviosas voces. Tienen poco tiempo para la venta. En Naxos eran mandarinas dulces de sus montes, en Paros lukumias sirianas del día. Vocean, venden dan el cambio, todo en un santiamén. Después de ellos queda un reguero de silencio y un suave deslizarse bordeando las costas.
He reconocido ambos puertos. ¡Qué jóvenes éramos y qué bien nos había tratado aún la vida!





(1) Spaghetti con salsa de carne picada y canela.

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