Ιθάκη, 30-Dic-04
Dejo Íos para dirigirme a Syros. El barco es el mismo que hace un par de días me llevó a esa isla hospitalaria y llena de misterios.

El olor a makaroña me kimá(1) no invade ya el aire con su recuerdo de canela, ahora las multinacionales grasientas e impersonales ocupan su lugar.
Pero hay algo que no ha cambiado. Al pasar por Naxos y Paros, los mercaderes han invadido el barco con sus productos y sus nerviosas voces. Tienen poco tiempo para la venta. En Naxos eran mandarinas dulces de sus montes, en Paros lukumias sirianas del día. Vocean, venden dan el cambio, todo en un santiamén. Después de ellos queda un reguero de silencio y un suave deslizarse bordeando las costas.
He reconocido ambos puertos. ¡Qué jóvenes éramos y qué bien nos había tratado aún la vida!
No hay comentarios:
Publicar un comentario