Ofrenda

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miércoles, 6 de abril de 2011

LOS MUERTOS SIN NOMBRE


Paralía tou Agíou Stefánou, 1 – I – 2009

La carretera me devuelve a Kéfalos. Ya se ve gente por la calle. Salen de los cafés y regresan a casa cargados de dulces los mayores y los niños de juguetes. Veo el cementerio y aparco junto al muro. El cementerio no tiene puertas, hay sólo una pared de un metro más o menos que separa a difuntos y mortales. Camino entre tumbas que se tocan entre sí dificultando mi paso. Observo fotos, fechas, dedicatorias a los muertos, objetos; pero en ninguna de las tumbas veo nombres. Algunas no tienen nada, ni fechas, ni fotos, ni candiles encendidos, pero se ve que no son tumbas vacías por que tienen flores frescas sobre la lápida.
Son los muertos anónimos de Kéfalos, quizás enamorados de su vida y de su tierra ocultan sus nombres a Caronte. Si Caronte no sabe cómo llamarlos, no podrá llevárselos al Hades. Ellos podrán mirar eternamente el mar desde la altura, desde la colina privilegiada con molinos de viento y piedra, con fortaleza en ruinas, desde un lecho sin nombres y sin puertas.
Antes de subir al coche vuelvo a rodearlo. La verdad es que el arañazo no es para tanto.
Otra vez la playa de la basílica en ruinas. Hora de comer. Una bolsa de plástico sobre la roca. Menú de año nuevo: lonchas de queso, una lata de sardinas y dos mandarinas. Manjares acompañados de pan de sésamo y Grecia.
Paseo por la playa. Tentación de baño. Me para el no llevar toalla. Para consolarme me echo un poco de agua por la cabeza. El año y yo nos bautizamos en el Egeo. Echamos a andar, renovados. Contentos.


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