Ofrenda

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domingo, 25 de marzo de 2012



Ólympos, 29 de diciembre de 2011

Ólympos es una belleza que se manifiesta mucho antes de llegar.
Después de recorrer los veintidós kilómetros terribles desde el último pueblo, después de sortear rocas en el camino, de deslizar el mínimo coche celeste por una carretera entre el cielo y el abismo, después de algunos kilómetros sin asfaltar, Ólympos deslumbra desde una curva con su belleza.
Sobre una colina de formas agudas duerme el pueblo del norte. Sus casas se abigarran y parecen robarse el espacio entre sí. Se disputan también la originalidad de sus colores. En la cumbre, intentando poner orden en ese laberinto de tonos y espacios robados, la iglesia de la Anunciación.
Veo algunas mujeres mayores con el traje tradicional de Ólympos, parecido al de otras mujeres del Dodecaneso, pero más colorista, como el propio pueblo. Bajo los pañuelos de flores que cubren sus cabezas se asoman unas trenzas finas que llegan hasta el final de la espalda. Me miran más curiosas de lo que yo las miro a ellas.
Aún se usan palabras del dialecto dorio y me ha parecido reconocer alguna en la conversación de unos albañiles. También aquí parece estar todo desierto, aunque el humo de las chimeneas y las velas encendidas en la iglesia contradicen mi impresión.
Ólympos es un pueblo lleno de costumbres antiguas. Es, por ejemplo, el único pueblo de Grecia en el que el heredero de todo es el hijo mayor, el kanaris de la familia. No importa si el primogénito es hombre o mujer y eso, tratándose de Grecia, es todo un acontecimiento. Hace años eran también estos herederos los que detentaban el poder político. Tenían, además, potestad para construir su propia iglesia y su propio molino. Aún se ven muchas iglesias diminutas por el pueblo; y los molinos, que ascienden en línea por las laderas del monte, están en desuso y amenazan ruina.
Los hijos menores tenían peor suerte y aquí la diferencia entre sexos sí tenía importancia. Las chicas se quedaban a trabajar en la casa y las haciendas del heredero; los varones simplemente emigraban a las islas vecinas o a la costa de Asia Menor. La escasez de hombres en la villa hizo que poco a poco las mujeres adquiriesen mayor poder y desde hace siglo se puede casi hablar de un matriarcado.

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Es día de mercado en Ólympos. Han llegado dos camiones. Uno con todo tipo de tejidos y otro con frutas y verduras. Me gusta el bullicio y sigo comprobando si recuerdo el dialecto dorio.

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