Ofrenda

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viernes, 23 de marzo de 2012

Y no lloras jamás, madre Grecia,
mientras vendes a tus hijos como esclavos

Xenodojío Amaryllis, 29 de diciembre de 2011

Anoche me acosté temprano, estaba agotado tras subir a las ruinas de la acrópolis micénica. Hoy mi reloj biológico me despierta una hora antes de que el despertador pudiera hacerlo.
Me preparó un café y abro el balcón y saco una silla y la mesa para poder escribirte algo desde este exilio rodeado de mar.
Mientras desayuno abro el correo. Tengo un mensaje tuyo. Me hablas de tu saudade, de Lisboa antigua, de canciones de tu madre. Sólo haberme despertado contigo hubiera sido mejor.
Debajo del balcón hay un coche diminuto y azul celeste, supongo que es el mío. Ayer la señora del apartamento llamó a la chica de la agencia y luego hablé yo con ella. Está en Atenas y por tanto no podemos formalizar el contrato de alquiler, aún así me lo traen y no me ponen problemas. Tampoco en el apartamento me han pedido en ningún momento la documentación. Es decir, podría largarme sin pagarlo y llevarme el coche en un ferry. Nadie sabe aquí mi nombre ni de dónde vengo. Ya puedes imaginar que no voy a hacerlo, aunque me encante delinquir. Jamás podría hacerlo en un lugar donde todos se muestran amables y confiados.
La confianza, como la amabilidad y la hospitalidad, siguen siendo los distintivos de esta tierra machacada. Ayer, antes de subir al apartamento, la dueña me regaló un cuenquito con miel de la isla, medio litro de vino y mandarinas, todo productos de la casa.
Las mandarinas y el desayuno son parte de este desayuno que comparto contigo. El vino anoche aceleró mi sueño.

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